La vida en la prehistoria era a menudo dura y breve debido a factores como el frío extremo, las carencias vitamínicas, la malnutrición estacional y las intoxicaciones alimentarias. Se calcula que diecinueve de cada veinte neandertales murieron a los 40 años, y diez a los 20 años. Incluso los sucesores más avanzados de los neandertales vivieron poco más. Su dieta era algo variada: carne de caza, pescado de ríos y costas y plantas silvestres. Sin embargo, en entornos hostiles, su dieta podía depender en gran medida de una sola fuente, como los renos de la Francia prehistórica. Este patrón de dependencia de animales específicos también afectó a otras regiones, como las migraciones del bisonte y el guanaco en América y el caribú en las culturas esquimales.
La caza
La caza era crucial para la supervivencia, y sólo participaban en ella los miembros más capaces físicamente de las sociedades prehistóricas, a menudo los hombres. Esto se debía en parte a que las exigencias físicas de la caza eran especialmente duras. Por lo general, los hombres eran más hábiles para calcular las distancias y lanzar con mayor precisión, atributos que resultaban ventajosos para la caza. Las técnicas requeridas, como apuntar con precisión con una lanza o incapacitar a un animal, exigían una habilidad y una coordinación considerables. Además, el sigilo era esencial para no alertar a la presa. El proceso de descuartizar animales grandes, como mamuts o bisontes, consistía en arrastrar los cadáveres hasta lugares apartados cercanos para procesarlos. Este método ayudaría a gestionar las grandes cantidades de carne y evitaría las dificultades de su transporte.
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